miércoles, enero 23, 2008

Sueño Reciente - Ruben Montero

Sueño Reciente
Hoy soñé con mis amigos de la promoción Agustín Alva y Alva. No tengo sueños con mucha frecuencia, o quizá sea que casi no los recuerdo al momento de despertarme. En mi sueño recuerdo haberme sentido atrapado en una especie de fenomenal remolino donde mis recuerdos de infancia se confundían en vertiginosos laberintos del tiempo y del espacio. En un momento me encontraba junto a mi hermano escalando las ventanas de la vieja casa verde de Huacho, luego me veía viajando en tren por el mar sobre brillantes rieles sin vigas ni cimientos. No recuerdo muchos detalles de esa frenética primera parte de mi sueño, sólo recuerdo haberme sentido como si estuviese en una montaña rusa descontrolada. Poco antes de finalizar esa delirante función onírica, me vi en la puerta de nuestra vieja “aula nueva planta baja” junto a un grupo de compañeros de la Promoción 82. No estábamos con el habitual uniforme plomo, aquella segunda piel durante la época escolar. Algunos estaban vestidos informalmente otros con terno y corbata. Era el anhelado día de la reunión de la promoción, después de veinticinco años. Conversábamos y recordábamos: “¿Qué fue de fulanito?” “¿Dónde está menganito?”. Nos reíamos mucho mientras sutilmente la adolescencia otra vez se instalaba en nuestros corazones. Alguien preguntó: “¿Dónde está Emilio?”. Hubo un momento de silencio porque nadie se acordaba de Emilio y nadie quería admitirlo. Algunos empezamos a sentirnos culpables por no recordar al pobrecito de Emilio. “¿Quién será?” “¿Qué habrá sido de su vida?” pensaba yo, buscando inútilmente alguna pista que me lleve al recuerdo de Emilio. El mismo que hizo la pregunta dijo, señalando con el dedo: “¡Allí esta!”. Todos miramos para saber que fue de Emilio. “Oye, ese no es Emilio, es Melinio”, nos reíamos mientras maleteábamos cariñosamente al inventor de Emilio. Era nuestro recordado profesor de matemáticas, el inigualable Melinio Beltrán. Entró en la sala y todos lo seguimos, cada uno buscando su lugar acostumbrado. Los reconocidos chancones al frente, los queridos chacoteros atrás. Desde mi carpeta, equidistante entre chancones y chacoteros, percibía que estábamos viviendo un momento mágico, incluso me apareció advertir una que otra lágrima involuntaria deslizándose indiscreta por mis mejillas. No era el único que se sentía así, pude percibir el mismo sentimiento en varios de mis compañeros. Melinio se puso al frente del aula y sus primeras palabras fueron: “Como decíamos ayer…”. Me desperté en ese instante, el canto de los pajaritos que anunciaban el nuevo día me hicieron sentir rodeado de una atmósfera encantada. Al lado mío sentí la respiración confiada de mi esposa y le di un beso en la frente. Nuestra linda hijita de tres años, como todos los días a las cinco de la mañana, había encontrado un lugar calientito en el centro de nuestra cama. También estaba mi hijo mayor, Rubén Daniel, quien dormía como un angelito cansado. Salté de la cama y me fui a la computadora. No pensé mucho para escribir la primera frase: “Hoy soñé con mis amigos de la promoción Agustín Alva y Alva”.

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